CONSIDERADO una de las grandes figuras de la literatura en lengua española del siglo XX y cultivador de varios géneros, que a menudo fusionó deliberadamente, Jorge Luis Borges ocupa un puesto excepcional en la historia de la literatura por sus relatos breves.
Jorge Luís Borges nació en Argentina el 24 de agosto de 1989 y muere en Ginebra el 14 de junio de 1986. Su obra literaria converge entre géneros como el cuento y la poesía, en los que pudo mezclar estilos únicos, eruditos y fantásticos, configurando nuevas formas narrativas alrededor de temas insólitos que lo hicieron merecedor del Premio Miguel de Cervantes. Aquí les presentamos una selección de sus mejores frases sobre el arte de escribir.
Jorge Luis Borges: el estilo y la memoria
“Tengo buena memoria: cuando pienso, ya sé dónde van las comas, los dos puntos, los paréntesis. Tal vez yo sea el único poeta que crea con puntos y comas. Nunca precisé la realidad. Nunca construí personajes. Yo no soy un Dickens o un Eca de Queirós, ni hago como Gustave Flaubert, que describía minuciosamente hasta los muebles donde vivía. La poesía es un hábito eterno que no necesita inspirarse en la realidad externa. Es por eso que no hago una tragedia de mi ceguera. La acepto, convivo con ella, y hasta disfruto de sus pocas pero inimaginables dádivas”
“En general, un escritor, creo yo, no comienza con una idea abstracta. Comienza con una imagen que –circunstancia- viene a él. Creo que Kipling dijo que a un escritor le está permitido hacer fábulas y no saber cuál era la moraleja de esas fábulas. Esto se repite en lo demás. El escritor propone símbolos. En cuanto al sentido de estos símbolos, o la moraleja que pueda sacarse, esto es asunto de la crítica, de los lectores, y no la suya. El escritor escribe su historia, escribe con fidelidad. Quiero decir que es fiel a su sueño, y no a la manera de un historiador o de un periodista. La historia escrita debe seguir su camino tranquilamente.”
“Bernard Shaw dijo que un autor puede tener el estilo que le dé su convicción. Es decir, el estilo depende de las convicciones. Creo que lo importante cuando uno escribe es dar con la entonación adecuada a lo que uno quiere decir: por eso, si uno está escribiendo un poema, lo más importante son los dos o tres primeros versos; y quizá en prosa las dos o tres primeras líneas, porque esas líneas ya dan el tono con el cual uno debe hablar, uno puede equivocarse y hacerlo demasiado llano, o es más común lo segundo: uno puede equivocarse y hacerlo demasiado enfático”
“Yo escribo con mucha torpeza, con mucha dificultad. Generalmente las frases que parecen muy sencillas y muy espontáneas me han sido dadas después de muchos borradores, después de muchas tachaduras”
“Uno escribe lo que puede y no lo que quiere. Uno no toma la decisión de ser Shakespeare. Cuando yo escribo un cuento, sé muy bien cuál es el principio y cuál es el final, lo que ocurre en el medio me va siendo revelado a medida que escribo. Es como si el cuento ya existiera y yo fuera viéndolo cada vez más de cerca. Al principio lo que veo es una forma general vaga, con más claridad en las dos puntas. A veces me ha ocurrido con un cuento que he escrito dos páginas y de golpe me doy cuenta de las cosas no sucedieron así. Entonces lo borro y vuelvo para atrás. Escribo muy lentamente. De un tirón hice uno que se llama Ruinas circulares. Ese cuento lo hice en una semana, lo cual para mí es una gran velocidad.”
“Cuando termino un cuento o un poema lo dejo, no los nueve años que recomendaba Horacio, pero sí nueve días.”
“Yo trato de que mis opiniones no intervengan en mi literatura. Yo creo que la única obligación que tiene el escritor es ser sincero con su arte. Por ejemplo, soy autor de cuentos fantásticos. Pues bien, yo no creo en esos cuentos. Es decir, esos cuentos son símbolos sociológicos, de estados de ánimo; son símbolos de hechos de mi vida. Pero yo no estoy narrando directamente; narro a través de descripciones fantásticas.”
“Cuando escribo no trato de enseñar a nadie. Pero quiero contar, por ejemplo, una historia, una fábula que les interese y quiero decirles un poema que los conmueva, eso sí. Es decir, me dirijo a la emoción ante todo. El procedimiento más adecuado para hacer literatura, al menos la parte técnica, es la que utilizaba Stevenson. Primero hay que soñar el principio o el fin de la historia, y luego construir el fin o el comienzo. La técnica sirve para unir lo uno con lo otro con los medios más económicos y directos posibles”
“Trato de no pensar en términos de una oración, de una frase, sino en el todo. No quiero darle trabajo a lector. Evito palabras que lo obliguen a consultar el diccionario, y metáforas poco comunes. De la escritura pienso lo mismo que del dictado. Siempre que escribo, trato de ser lo más pasivo posible. Trato de no mezclarme. Cuando comienzo, conozco el principio y el final. Pero tengo que inventar todo el resto”
“Cuando yo era joven siempre estaba buscando nuevas metáforas. Luego comprendí que las metáforas realmente eficaces eran siempre las mismas. Es decir, comparar el tiempo con un río, la muerte al sueño, la vida al sueño. Esas son las grandes metáforas de la literatura, porque corresponden a algo esencial. Si usted inventa metáforas, suelen resultar sorprendentes durante un fracción de segundo, pero no despiertan un emoción profunda”
“Quizá para escribir un libro realmente bueno, un gran libro, uno deba, más bien, no tener conciencia de ello. Uno puede trabajar afanosamente en un libro, reemplazar un adjetivo por otro, pero tal vez se pueda escribir mejor si se dejan los errores. Al principio revisaba mucho mis cuentos. Luego supe que cuando un hombre llega a cierta edad encuentra su verdadero estilo. Actualmente, vuelvo sobre lo que he escrito después de quince días más o menos y por supuesto encuentro muchos descuidos y repeticiones que debo corregir, recursos en los que no debo insistir. Pero creo que lo que escribo actualmente se mantiene siempre en un mismo nivel y que no puedo mejorarlo mucho ni estropearlo demasiado”
“Cuando empecé a escribir, pensé que un escritor debe definir cada cosa. Por ejemplo, decir “la luna” estaba estrictamente prohibido; había que encontrar un adjetivo, un epíteto para la luna. Pensé que había que definir cada cosa, que no debía utilizar ninguna palabra común. Jamás hubiera dicho “Fulano de tal entró y se sentó”, porque eso era demasiado sencillo, demasiado fácil. Después descubrí que esas cosas resultan generalmente molestas para el lector. Pero creo que la raíz del asunto está en el hecho de que cuando un escritor es joven siente de alguna manera que lo que va a decir es más bien estúpido o evidente o es un lugar común, y trata de ocultarlo bajo adornos barrocos, bajo palabras tomadas de escritores del siglo XVII; o si no, decide ser moderno, y hace lo contrario: está todo el tiempo inventando palabras, mencionando aviones, trenes, telégrafos y teléfonos. Luego, con el transcurso del tiempo, uno siente que sus ideas, buenas o malas, deben ser expresadas sencillamente, porque si uno tiene una idea uno debe procurar que esa idea, o ese sentimiento, o ese estado de ánimo, sea inteligible.”